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fantasias para adultos

Amor de lesbianas

Amor de lesbianas

Olga me ofreció ir a vivir a su ático durante los meses necesarios. Mi situación económica no me permitía seguir pagando el alquiler de un piso. Olga es lesbiana y una buena amiga desde hace años. Olga es muy joven, rebelde, autónoma y con un corazón inmenso. El aspecto surrealista del ático me gustaba. Casi diáfano, con mucha luz fácil de transformar en semipenumbra, con tabiques formado por vidrieras y sin apenas puertas, un baño enorme y una gran terraza. Me instalé en una habitación, frente a su dormitorio.

Olga tiene una amante con quien comparte días, fines de semana y vacaciones. La amante de Olga es tan joven como ella, formando una pareja que llama la atención por su atractivo.

La convivencia con ella es fácil. Resulta una buena compañera de piso, compartiendo todas las tareas y gastos comunes. Camina descalza por la casa y compartimos el gusto por la desnudez sin falsos pudores. Sé que nunca estuvo con un hombre. Desde niña sintió atracción por personas de su mismo sexo, por lo cual nunca me paso por la cabeza una relación con ella.

Aquel fin de semana apareció Rosa, su amante. Estaba sólo y llamaron a la puerta. Pensé que era Olga y tal como estaba, desnudo por supuesto, abrí. Rosa sabía de mi existencia y con una amplia sonrisa me saludó y besó. Ante mi sorpresa comenzó a reirse. Era preciosa, como Olga, de carácter abierto y extrovertido. Charlamos mientras colocaba su bolsa de viaje en el dormitorio de Olga, comenzó a desnudarse y manteniendo la conversación fue a la ducha. La charla era animada hablando de todo un poco y observando el cuerpo de la muchacha. Rosa se percató de mi excitación ante la visión de su precioso cuerpo. Al pasar junto a mi agarró mi polla y me dijo que era bisexual, que si lo deseaba podía hacer el amor con ella, que hacía tiempo que no se comia una polla y lo deseaba. Pensé en Olga y, como adivinando mis pensamientos, dijo que no me preocupara, Olga le daba total libertad, no había ningún contrato firmado y sabía de sus relaciones esporádicas con algún chico. Sin soltar mi pene me llevó a mi habitación. De rodillas comenzó a frotar el miembro. La polla dentro de su boca notaba las caricias de su lengua. Al percibir la erección total cambió de postura ofreciéndome su bonito culo. "Tómame así, anda...follame así". Parecía querer eludir los besos, solo deseaba ser penetrada. La follé largo rato, conteniendo mi orgasmo, sintiendo los suyos. "Correté ya....correté para que me corra yo al sentir tu leche dentro", dijo. Mi orgasmo le produjo un temblor en su cuerpo, gritó al sentir el semen en su interior. Parecía incansable, no dejaba que sacara el pene....seguía moviendo su trasero rítmicamente y gimiendo. Nos duchamos y me la chupó hasta sentir el semen en su boca. Dijo que era para compensarme por el número de sus corridas.

A solas con Olga comente lo sucedido. Mi amiga sonrió y dándome un beso en la mejilla dijo: "No te preocupes, sé las necesidades de Rosa y no me importa que la compartas conmigo, eres mi mejor amigo y le gustas mucho, me lo ha dicho ella". Era una situación alucinante. Todo el fin de semana con dos cuerpos desnudos ante mi vista, con una excitación que no podía disimular y que ellas percibían. Me gustaba ver como se acariciaban, el cariño que sentían entre ellas.

Aquella noche sentí como hacían el amor. Me incorporé. Desde mi habitación pude observar sus cuerpos abrazados, rodando por la cama, lamiéndose el clítoris, besando sus pechos, introduciendo Rosa un consolador en la vagina de Olga mientras mordía sus pechos. Sin darme cuente me situé en la entrada de su dormitorio y comencé a masturbarme. Olga me miraba mientras su amante manipulaba el consolador. "Ven, ven con nosotras", dijo. Me acerqué a la cama y agarrando el consolador sustituí a Rosa. Deseaba disfrutar del orgasmo de Olga que miraba mi pene goteando semen sobre su muslo. Lo agarró: "mete tu polla dentro". Saqué el consolador y la penetré. Me abrazó y comenzamos a follar. Me gustaba follarla, me gustaba su olor, su manera de sentir. Era la primera vez que se follaba a un hombre. Tuvimos un orgasmo lento....largo. y nos quedamos abrazados, dormidos junto a Rosa que nos besaba a los dos.

Durante el año largo que vivimos juntos, Olga hizo el amor conmigo, igual que Rosa.
Las dos eran realmente bisexuales, pero Olga lo descubrió aquella noche conmigo.

Hola Fátima

Hola Fátima

Recuerdo tantas cosas de nuestras citas, de nuestras conversaciones sobre el placer y el sexo, tus comentarios de no haber disfrutado en tus pocas relaciones, tu falta de experiencia debida a tu juventud y al egoísmo de aquellos que poseyeron tu cuerpo.
Recuerdo tu cuerpo con aspecto de adolescente. Un cuerpo de mujer muy joven, excitante y lleno de deseo. Recuerdo el momento de la desnudez, tu mirada de asombro, tus abrazos, tu masturbación mientras me duchaba antes de gozar mutuamente. Esa imagen tuya masturbándote quedó grabada en mi recuerdo. Tu urgencia por saciarte y tu confianza total ante mi presencia. Querías aprenderlo todo, me dijiste.
Recuerdo tu postura en la cama, las piernas abiertas, levantadas, con tu mirada anhelante, sonriendo al ofrecerme tu vagina abierta, pidiéndome que lamiera tu clítoris, que estabas a punto de correrte y lo querías así con mi cabeza entre tus muslos. Tus pechos duros por la excitación, los pezones salientes como bocado para mis labios. No soltabas mi polla como queriendo controlar el momento final del placer.
No dejé de mirarte mientras acariciaba tus piernas, me gustaba esa postura de ofrecimiento, de hembra excitada y exigente, de tu insatisfecho deseo juvenil deseoso de nuevas experiencias.
Tus orgasmos eran fuertes, seguidos, con grandes jadeos, gemidos y casi gritos de placer, retorciéndote entre mis brazos y mi cuerpo, aprisionando mi cabeza entre tus piernas, mordiendo mi sexo que llenaba tu boca de semen.
Te gusta ser acariciada. Tu hermoso culo es objeto de mis muchas caricias, masajes, besos y alguna eyaculación al restregar mi pene excitado. Te gusta sentir el semen sobre tu piel y ver mi expresión al correrme. Tus ojos llenos de asombro por cada descubrimiento.
Me gusta cuando haces el amor encima de mi, tus gestos, tus ojos brillantes por la excitación, tu goce al sentirme dentro, el perder tu miedo al dolor de la penetración, al colocar el preservativo, al quitármelo y limpiar el miembro de restos de amor.
Recuerdos y más recuerdos que me producen momentos de gran excitación por lo vivido junto a ti.
Recuerdos de las posturas adoptadas para montarte, de tus risas al tomarte por detrás... decías que sentirte penetrada así te excitaba muchísimo, que tu vagina notaba mucho más dentro la polla.
Tu mirada de sorpresa al montarme encima y sentir tu cara y tus ojos acariciados, besados.....ternura que desconocías, alcanzando el orgasmo con nuestras bocas enlazadas en un profundo y largo beso, mientras tu cuerpo vibraba retorciéndose de placer. Tus orgasmos....tan seguidos y sentidos.
Quizás en algún momento podamos revivir esos recuerdos. No te olvidaré.

Conociendo a Lucía

Conociendo a Lucía

Las llamadas telefónicas incrementaron su frecuencia. Lucía esperaba cada llamada solicitada por el Messenger, precisaba consultar y comentar el problema que le acontecía en ese momento.
Todo comenzó tiempo atrás, como un juego casual por la red, un contacto en el transcurso de un foro sobre TICs y las coincidencias de charlas imprevistas que, con el tiempo, se convirtieron en habituales, llegando a ser diarias. Aquello marcó el comienzo de una profunda amistad, intercambios de pensamiento, intimidades y complicidad compartida, sinceridad entre dos seres en la distancia. Esa terapia a dos no hacía pensar en un conocimiento real, les bastaba el refugio virtual, les llenaba poder desnudar sus almas sin más compromiso.
A sus veintidós años Lucía estudiaba para hacerse un lugar en el mundo laboral. Luchaba en un mundo de adultos, pero conservando mucho de su espíritu adolescente, juvenil, extrovertido, con su aspecto de chica revoltosa, guerrera. Aspecto que le daba su corta melena, su práctica deportiva, su alegría y carácter sevillano.
Por las fotos intercambiadas él pudo completar los detalles de la joven, uniéndolos a las conversaciones y confesiones mantenidas.
La imagen de Lucía reflejaba una mujer joven de rostro agraciado, ojos azul verdosos muy vivos, frente despejada, sonrisa fácil, gestos simpáticos, muy observadora, pechos que se adivinaban atractivos y una bonita figura en su conjunto.

La diferencia de edad entre ambos no fue impedimento en el desarrollo de su amistad. Aquella situación se convirtió en algo obsesivo para los dos. Eran conscientes de que tarde o temprano necesitarían conocerse, mirarse, traspasar la virtualidad, transformarla en encuentro real. La confianza creada entre ambos era grande, sin falsos pudores al expresar sus sentimientos, sus deseos, sus dudas y esperanzas. Eran capaces de analizar los problemas de la muchacha en largas conversaciones.

Y el momento llegó. Él tuvo que desplazarse a la ciudad por motivos de un congreso sobre aplicaciones informáticas. Lucía demostraba impaciencia y nerviosismo por la proximidad de la fecha, del inevitable encuentro. Él, poseído por los mismos sentimientos, se mostró irritado hasta el día del viaje, el tiempo se le hizo eterno, las horas y los días transcurrieron muy despacio.....demasiado.

Al bajar del Ave divisó la figura de Lucía, su sonrisa al saludarle con la mano. Se abrazaron, era su primer encuentro. Después de besarse se miraron. Era preciosa con su amplia sonrisa y unos ojos que hablaban. Ella no disimuló encontrarse a gusto en su presencia.
Hablaron poco, pero las miradas de complicidad eran constantes. Caminaron hasta el hotel situado frente a la estación. La reserva estaba en orden. Subieron a la habitación.

Lucía deseaba vivir el momento, necesitaba sentirse amada, deseada por él, no importaba la diferencia de edad, conocedora del cariño a recibir, de ser tratada como mujer, de sentir algo desconocido y ansiado, ese afecto desinteresado y clandestino, excitante y embriagador, sin medida del tiempo, sin urgencias ni abandonos tempranos convertidos en insatisfacción. Él sabría dedicarle el tiempo suficiente para el éxtasis total, exploraría su cuerpo y lo gozaría en infinitas caricias, en besos deseados........
Él temía no poder cubrir las expectativas que ella esperaba. Lo habían comentado muchas veces en sus charlas virtuales. Era una mujer muy joven, cargada de ilusión y deseo.
Se besaron. Comenzó a desnudarla acariciando su cuello, descubriendo unos hermosos senos. Ella desabrochó la camisa y acaricio su torso, su espalda. La ansiedad les embargaba. Deseaba verla desnuda, penetrarla, verla sentir. Retrasó en momento bajando el pantalón de la muchacha, su ropa interior, acariciando el vello de su sexo, besando sus muslos. Ella se arrodilló, “ponte de pie”, dijo. Lentamente desabrochó el pantalón bajando el slip, dejando frente a sus ojos un pene erecto. Lo acarició notando como se movía al sentir su mano. Agarró los testículos, duros por la excitación. Deseaba que la penetrara, se correría pronto, lo sabía. Se recostó en una de las camas abriéndose de piernas, mostrando su vagina húmeda. Él se acercó y acariciando el sexo de la muchacha la masturbó despacio mientras agarraba uno de sus pechos. Deseaba ver como se corría, disfrutando de su excitación. Cambió la mano por su lengua lamiendo el clítoris de Lucía, sus labios vaginales mientras los gemidos y respiración de la joven se hacían más intensos, más rápidos. Su cuerpo se movía, su rostro y su mirada se transformaban ante la proximidad del orgasmo. En pleno éxtasis la penetró mientras ella gemía mordiéndose los labios. Lucía le abrazo mientras follaban intensamente, buscando un orgasmo compartido. Sentía lo agradable de tenerle dentro, su polla corriéndose y la sensación del semen mojándola, alcanzando el clímax final........los gemidos, las caricias, los besos prolongados, las lenguas buscándose, las miradas intensas, la intimidad buscada y tanto tiempo deseada. Siguieron abrazados durante varios minutos, no querían deshacer el momento, el contacto. Su vagina se contraía ante la permanencia del pene en su interior. Él notaba esas contracciones que mantenían la dureza del miembro, reanudando el movimiento, intentando follarla de nuevo. Ella lo necesitaba y mantuvo las contracciones, siguiendo el ritmo de él, despacio, sin prisas, con la misma excitación, mirándole a los ojos, penetrándose con la mirada, sintiendo como sus manos agarraban su culo mientras lo acariciaba. Lucía tenía un precioso culo, duro al igual que sus piernas por la práctica deportiva. Sus pechos hermosos y tersos, de endurecidos y salientes pezones excitados y sensibles a los roces de él. Todo este conjunto de sensaciones propició el nuevo orgasmo de Lucía, mientras mantenían la mirada. El observó el momento de su éxtasis, el brillo de sus ojos, la intensidad de su mirada, el temblor de su cuerpo, la prolongación del momento, como si cortos y seguidos orgasmos sacudieran a la preciosa y deseada mujer. Lucía, satisfecha, llena de placer, mantuvo el ritmo y las contracciones de su sexo sensibilizado por los orgasmos, esperando y no queriéndose perder la corrida de su compañero. La eyaculación fue intensa con la polla dolorida y sensibilizada por las contracciones de Lucía. Ella le miraba sorprendida por el aguante de un hombre de su edad, sintiendo la ternura y el deseo que despertaba en él. Abrazados, satisfechos, llenándose de caricias, hasta que el pene fláccido ya salió de la vagina. Lucía se incorporó mirando la polla. Reducida bastante en su tamaño, mojada de flujo vaginal y restos de semen. Acarició el miembro y lo limpió. El quedó dormido, agotado por las sensaciones, por la ansiedad vivida aquellos días de espera, por el momento tan intenso de ambos.
Sentada a su lado, con las piernas cruzadas, Lucía le miró mientras dormía. Con él se sentía segura, podía ser ella misma, mostrarse desnuda sin falso pudor. Era su amigo, su consejero, su confesor ante las dudas y problemas que le asaltaban. Conocía los detalles de su vida. Levantándose fue a la ducha manteniendo su estado de excitación. Contemplar su cuerpo desnudo, dormido, era agradable. Aquello era una incógnita, no sabía cómo terminarían sus relaciones....pero viviría el momento y los futuros encuentros, eso no lo dudaba.
Al despertar Lucía estaba frente a sus ojos, mirándole con su bonita y simpática sonrisa. Fue al baño y se duchó delante de ella. “Me gustaría tener otro orgasmo, ¿te sientes capaz?” preguntó la muchacha. Pensó en masturbarla de nuevo, pero ella deseaba otra penetración y necesitaba más tiempo para recuperarse. Una vez en la cama le propuso hacer un sesenta y nueve. Ella asintió, quería experimentarlo.
Sus bocas recibieron unos sexos sensibles por los goces anteriores, pero esto hacía más agradable el momento, explorando los puntos de excitación. Lucía mostraba un clítoris de fácil excitación y una vagina receptiva a los roces de la lengua. El pene sentía los labios de la muchacha, su lengua en el glande, sus chupadas, las caricias en los testículos duros de nuevo. Lucía presintió la eyaculación al comprobar el crecimiento final de la polla, frotándola mientras su lengua lamía el glande. El semen salió de golpe sobre sus labios y Lucía cerró sus muslos sobre él en un fuerte orgasmo mantenido.....largo.

Juntos en la ducha, él pensó en hacerla disfrutar los cuatro días que pasarían juntos. A la mañana siguiente comenzaba el congreso.......antes de ir al mismo, al levantarse la tomaría por detrás....quería disfrutar de su precioso culo, hacerla sentir nuevas sensaciones. Disfrutar el momento.......eso era lo importante para los dos, pensó, el futuro tenía la última palabra y ellos la decisión de mantener su bonita e intensa amistad.

Las tetas de mamá

Las tetas de mamá

Entre mis primeros recuerdos de infancia se encuentran un par de tetas bien puestas y llenas de alimento: las tetas de mi mamá. Estrujadas, succionadas una y mil veces por un mamón hambriento como yo. Fueron las primeras que vi y toqué durante un largo periodo de lactancia, las que marcaron la referencia para posteriores comparaciones.
Las tetas tienen ese poder atávico de atracción, de alimento de vida, de mágica maternidad, que se pierde en la noche de los tiempos. El bebé no está dispuesto a compartir con nadie las tetas de su madre, considerándose el tutor y único iniciado con acceso a ellas. Pero el tiempo transcurre y el mamón deja de tener, poco a poco, derecho de mamada perpetua. El cambio de la teta por la cuchara es traumatizante, eso lo saben todos los bebés del mundo. No es fácil abandonar el toque de algo suave, acogedor y que, además, alimenta.
Pero mi vida está llena de tetas. Las de mis primas, aquellas tetas nacientes, primerizas, tantas veces vistas a la hora del baño. Las de Esperanza, la hermana de mi amigo Joaquín, vistas desde la penumbra de su dormitorio, excitantes en nuestra edad adolescente. Tetas de diferentes formas y tamaños que, en mi juventud y después, dieron y recibieron tanto placer.
Recuerdos de tetas enormes entre las cuales te perdías, hospitalarias con mi pene al que frotaban, acariciaban dulcemente, regándose de semen. Tetas juveniles, de buen tamaño, que buscaban las manos, la lengua y la boca, de pezones endurecidos rebosando deseo. Tetas con forma de pera, de mujeres con pechos adolescentes, sensibles a los besos. Tetas pequeñas y excitantes, casi de niña, buscando el placer de sentirse besadas y acariciadas. Tetas languidas, caídas, como sin fuerza, de mujer madura, reclamando atención, placer y buscando la polla que vomite en ellas el licor deseado.
Tetas impúdicas que se muestran agresivas, tetas sin atractivo que pasan sin pena ni gloria por las manos del amante. Tetas de las playas con sus múltiples variedades, en exposición, desfilando por los ojos del deseo, comparando, intuyendo su comportamiento en el sexo. Tetas en las camillas de masaje, agradecidas de la mirada y de la descarga de tensión. Tetas que no me canso de mirar, observar, apreciar, catalogar. Tetas.......

Pero ninguna como las tetas de la madre, esas que hacen escuela, las más queridas y apreciadas......nuestro primer placer.

El paleto y la puta

El paleto y la puta

Bernardo vivía en un pueblo de la sierra, un lugar pequeño y con pocos habitantes, distante de la capital unos 150 km. Bernardo estaba de novio con la Emilia hacía cuatro años y les quedaban tres semanas escasas para contraer matrimonio. Bernardo no se había comido una rosca en su vida y la Emilia, muy decente ella siguiendo la tradición familiar y lugareña, le tenía dicho una y mil veces que hasta la noche de bodas no probaría su “coñito”. La cosa era mucho peor de lo que parece; la Emilia jamás metió mano al Bernardo, “esas cosas no se tocan, pues dice mi abuela que me puedo quedar preñá”. En una palabra, Bernardo lo tenía claro, no probaría la rosca hasta la noche de bodas, pero le preocupaba no tener ninguna experiencia en la materia, ¿qué tenía que hacer, cómo se desvirga a una tía, qué pasa si no puedo?. Dudas existenciales de un chico de pueblo perdido en las altas cumbres, capaces de traumatizarle de por vida. Tan sólo una vez la Emilia le mostró una teta, la más vistosa de las dos: “esto se mira, pero no se toca”, dijo la muy estrecha. Bernardo estaba salido permanentemente ante la visión de la Emilia, de abundante pecho y gran culo, en una palabra....Bernardo tenía gusto de camionero (mejorando lo presente, por si lo lee algún camionero, claro). En el pueblo, como en casi todos los pueblos, una de las chicas era la más alegre del lugar, la descarada, la guarra, la que se había tirado medio pueblo, como decían las brujas del lugar en sus comentarios grupales mientras bordaban y bordaban y .... ajuares por doquier. Pero Bernardo no había sido admitido en el exclusivo club de folladores elegidos por la guarra, limitándose a mirar cuando algunos de sus amigos se follaba a la susodicha libertina, terminando su ración de vista con una polla de enormes dimensiones que requería una paja maestra, labor artesanal que repetía al acostarse en su cama. Los únicos seres vivos que Bernardo había contemplado en su vida, completamente desnudos, eran los animales del corral, vacas incluidas. ¡Ah, me olvidaba!.....y la teta derecha de la Emilia.
El chavalote tomó una drástica decisión; pagaría los servicios de una profesional para adquirir la formación necesaria en el tema de la jodienda. Ni corto ni perezoso fue a la cantina del pueblo, agarró el periódico de la provincia y buscó directamente en las páginas de anuncios. “Sheila-Lindísima, irresistible......”, esa era la más adecuada, una tía con formación y cultivada. Llamó desde la cabina de la plaza y una voz susurrante de mujer pantera le puso más caliente que la panza de una olla. Una vez concertada la cita y más contento que unas castañuelas, sacó billete en el autobús de línea para el día siguiente.
Bernardo durmió mal, muy mal aquella noche. Las pesadillas le acosaban, montones de mujeres con grandes pechos y espesos coños le asediaban y no daba más de sí, todas querían amarle, todas querían su cuerpo de mozo en celo. Despertó sobre un charco de semen en la cama y el cipote más duro que el cerrojo de un penal.
Aquella mañana histórica en la vida de Bernardo, apareció en la ciudad, con su pinta de pueblerino desgarbado, buscando la calle y el piso de la profesional. Una vez ante la puerta de la vivienda, todo nervioso y sudoroso, llamó.
La puerta se abrió despacio....muy despacio, apareciendo frente a él la tal Sheila que retrocedió varios pasos lentamente, adoptando una postura de jovencita inocente y risueña. Pelo caoba, ojos muy pintados, labios rojo intenso, una camiseta superceñida-del-tamaño-de-un-pañuelo-con-amplio-escote-y-enormes-tetas-asomando, cinturón ancho y un trocito de tela debajo como falda, los bordes de un tanga rojo asomando y unas botas horteras rematando la vestimenta, de edad indeterminada, quizá 28 o 29 años. Resumiendo: con una pinta de puta que tiraba de espaldas. Bernardo con ojos de carnero degollado y algo creciendo desmesuradamente debajo del pantalón, creía encontrarse ante un ángel celestial. La joven caminó hacia él contoneándose y poniendo boquita de piñón le propinó un beso en la boca. “¡Hola cariño!, dijo agarrando el paquete del Bernardo, “¡te voy a comer entero, mi vida!”, continuó, mientras el cipote crecía increíblemente y Bernardo, con cara de gilipollas, notaba que se estaba corriendo. Sheila, nada más divisar al chaval, comprendió que en sus manos había caído un autentico pardillo. Al sentir en su mano la humedad del pantalón, haciendo gestos lascivos con la lengua, comenzó a canturrear la canción de Sabina.... esa que dice: “ya...ya eyaculé... ¿ya?....”. Sin soltar el paquete llevó a Bernardo al dormitorio, le despelotó, limpio su polla de semen y con sus enormes pechos le masturbó. Bernardo, sin reaccionar, vio desnudarse a Sheila y su polla creció de nuevo ante el exuberante cuerpo de la mujer. Le abrazó y le tumbó en la cama montándole y agarrando la polla del inexperto Bernardo.... se lo folló largo tiempo. Sheila estaba harta de que la follaran y decidió aprovechar la oportunidad de un tío virgen. Bernardo alucinaba ante los gemidos y gritos de ella: “¡cariño que polla tienes, no baja de tamaño.... te follaría toda la mañana, cachonda me pones...!”. Las corridas de Sheila eran espectaculares y el chavalote con cara de primo sonreía hasta que se corrió con las tetas agarradas entre sus manos. Sheila se desplomó en la cama dando grandes suspiros, había gozado como nunca con una polla virgen y dura que se mantenía sin problemas. Le llevó a la ducha y ante la sorpresa de él lavo su sexo y le puso otra vez a tono. “¿Nunca te han hecho una mamada, mi vida?, pues Sheila te la hará y se beberá tu lechecita dulce y espesa...verás como te gusta cielito”. Sentado en el borde de la bañera Bernardo sentía que le transportaban al séptimo cielo, con cara de pasmado contempló como Sheila lamía, chupaba y estrujaba su polla en la boca, dándose gusto ella en el clítoris con la otra mano. Bernardo sintió un enorme orgasmo y Sheila seguía chupando como una posesa mientras se corría. La joven recogía la leche de los bordes de la polla con su lengua y Bernardo volvió a correrse de nuevo. Aquello era demasiado para el chavalote, jamás en su vida pudo imaginarse una cosa así, cuando lo contara en el pueblo los amigos le envidiarían, esas cosas no las hacía la guarra.... ni mucho menos. “Bueno pichón... que leche más rica tienes, ¿te gustó la mamada, verdad?, pues ahora me vas a follar tú, pero como yo diga, ¿vale, mi vida?”. Bernardo asintió, estaba allí para aprender y no pensaba contradecir a la profesional.
Después de lavarse mutuamente, cosa que a Bernardo le fascinó (ya lavaría a la Emilia pa que se enterara), regresaron a la cama.
Sheila deseaba que la tomase por detrás y el pardillo con su polla empinada observo un culo impresionante con dos agujeros de uso permanente. “¿Por donde?”, preguntó el cretino. “Pues verás, cielito, puedes meterla por el que más te guste.....pero si te parece prueba primero por el ano....me chifla”. Bernardo agarró su enorme verga y apuntó al lugar indicado empujando ante la dificultad del lugar. El pene entró y Bernardo aguantó los retrocesos de Sheila hasta que consiguió un par de orgasmos escandalosos. “Sácala y fóllame por el coño, cariño”. Así lo hizo, penetrándola a placer y excitado a tope. Bernardo, el inexperto, hizo feliz a Sheila, la puta experimentada. Ambos tuvieron su largo y escandaloso orgasmo final. Ahora estaba preparado para disfrutar del enorme culo de la Emilia, pensó.
Una vez duchado y vestido, Bernardo pagó a la puta por sus clases magistrales y ésta le hizo un precio especial por el placer recibido, por el gustazo de haberse tirado a un tío virgen. Salió a la calle y caminó a la estación de autobuses. Ahora se iba a enterar la Emilia de lo que era un hombre con experiencia, no dejaría de practicar nada con su Emilia, pero ignoraba algo vital: su Emilia se la estaba pegando con un primo del pueblo vecino. Y pensaba seguir pegándosela. Cosas de los pueblos perdidos en las altas cumbres.

La masajista y mi ansiedad - y V

La masajista y mi ansiedad - y V

La masajista y mi ansiedad V

A la tarde siguiente llamé a casa de María. Su madre contestó a la llamada. María no estaba, no regresaría hasta la media noche del hospital. Lucía estuvo toda la mañana con su sobrina debido al trabajo de su nuera (la mujer de su hijo fallecido). Noté sus deseos de hablar. “Lucía, ¿te apetece que vaya a tu casa y estemos juntos unas horas?”. Quedó sorprendida y sin contestar unos segundos....”Si, me parece bien.... vamos.... si te apetece que nos veamos”, contestó.
En media hora llegué a la casa. Lucía me recibió con un vestido de gasa, muy transparente, sin sujetador y con un tanga que se transparentaba bajo el vestido dejando ver sus formas. “¿Vistes así normalmente?”, pregunté. Riéndose dijo que no, lo hacía para ver mi reacción. Y la vio. Abracé a Lucía y besé sus labios enlazando nuestras bocas hasta que nos faltó la respiración. Estaba sorprendida y no supo que hacer. La desnudé ante su pasividad, bajé el tanga y agarrando su sexo la fui llevando hacia el sofá de la habitación. Turbada contempló como me desnudaba. Arrodillado exploré su sexo. Tenía el clítoris saliente y muy excitado. Jugué con el entre mis labios y mi lengua mientras Lucía gemía moviendo su pelvis, estaba corriéndose. Agarró mi cabeza y empujó hacia su vagina. Metí la lengua y soltó un grito de placer. Mi sexo no estaba erecto, quería que lo pusiera ella. Se lo dije y con sus manos empezó a manipularlo. Esa mujer no tenía mucha experiencia, a pesar de su edad y de tantos años de matrimonio fue siempre una mujer violada y que solo experimentó orgasmos masturbándose. Lo hacía en el baño, después de que el marido la follara y durmiera satisfecho. “Lucía, tienes que dejar de reprimirte, libérate, se tú misma, sin complejos..... hazme lo que quieras. Toca donde te apetezca..... disfruta del momento”. Quería chuparme la polla, dijo. Le dejé hacer..... empezó con los labios y metió el pene en su boca. Le indiqué que usara la lengua, que todo se podía hacer con los labios, lengua y boca.... a lo largo del pene y los testículos. Miró el sexo ya erecto al máximo y prosiguió pasando la lengua. “Nunca he visto como se corre un hombre”, dijo. “Masajea suavemente mis testículo y lo verás”, contesté. Mientras ella lo hacía comencé a masturbarme despacio ante sus ojos. Lucía no perdió detalle del momento. Notó como mis testículos se endurecían y vio salir el chorro de semen sobre su cara. Mis gemidos de placer le sorprendieron. En su baño limpió mi pene. Seguía saliendo semen. Lavó su cara y nos recostamos en la cama. Acaricié su cuerpo. Estaba excitada y necesitaba un orgasmo. Separé sus piernas y elevé sus glúteos a la altura del pene. Penetré a Lucía despacio, mirándole a los ojos. Follamos largo rato, de forma relajada, acariciándonos mutuamente. Lucía no se reprimió, por primera vez en su vida era ella misma en el sexo. Sus orgasmos eran largos, ruidosos, con gemidos intensos, casi gritando de placer. Se corrió tres veces. Conseguí eyacular en el último de sus orgasmos.

Nos duchamos. Lucía quería saber mi opinión sobre su hija. Le conté toda la verdad. Para ella no tenía importancia que estuviera follándome a María, lo entendía y comprendía perfectamente a su hija. Tuvo un gran fracaso amoroso y decidió no compartir su vida con nadie, por eso buscaba una amistad, una relación de sexo pero sin compromiso ni contrato. María era feliz así, compartiendo algunos momentos de afectividad e intimidad conmigo, sin importarle el saber que nada es para toda la vida, que lo nuestro tendría un final.
Lucía sintió algo desde la primera vez que me vio y no le importaba lo más mínimo compartirme con su hija.
Decidimos tener otro orgasmo antes de despedirme por aquel día. La mujer nunca practicó la postura del 69 y estaba deseando probarla. No quiso que me pusiera preservativo a pesar de mi advertencia, quería experimentarlo plenamente. Una vez adoptada la posición y comenzamos a excitarnos mutuamente con caricias en las piernas, besos, mordiéndonos los glúteos, las lenguas en los sexos, las piernas de Lucía abiertas, levantadas, ofreciendo sus labios y su clítoris saliente ardiendo en deseo, mi polla en tensión sobre sus pechos, sus manos agarrándola, su boca recibiéndola, retorciéndose en el primer orgasmo y aprisionando mi cabeza entre sus muslos, chupando y jugando con su lengua la polla y los testículos, moviendo su cabeza como invitando a follarla y mi cuerpo respondiendo a la invitación. La follé en la boca durante varios minutos, manteniendo el ritmo hasta un momento antes de eyacular. Lucía vivía el sexo intensamente. En eso nos parecíamos. Durante el año y medio que duró mi relación con ellas, Lucía recuperó el tiempo perdido, la falta de goce de su juventud. El orgasmo se aproximaba, me dolía el pene, aumenté el ritmo y Lucía recibió el chorro de semen en su garganta, gimiendo y retorciéndose en su segundo orgasmo con mi cabeza entre sus piernas. Repetimos esta posición muchas veces, le entusiasmaba hacerlo así.
Esta historia es real. De ella nació una bonita amistad con madre e hija, pero el tiempo se encargó de enfriarla. No he vuelto a saber nada de ellas desde mi salida de Madrid, preferí no tener contacto ante el cambió que experimentó mi vida. Después viví otras historias, una de ellas con mucho sufrimiento y desengaño que me llevo al borde del suicidio, pero eso es .......otra historia más de mi vida.

Y Dios me hizo mujer

Y Dios me hizo mujer

Y Dios me hizo mujer,
de pelo largo,
ojos,
nariz y boca de mujer.
Con curvas
y pliegues
y suaves hondonadas
y me cavó por dentro,
me hizo un taller de seres humanos.
Tejió delicadamente mis nervios
y balanceó con cuidado
el número de mis hormonas.
Compuso mi sangre
y me inyectó con ella
para que irrigara
todo mi cuerpo;
nacieron así las ideas,
los sueños,
el instinto.
Todo lo que creó suavemente
a martillazos de soplidos
y taladrazos de amor,
las mil y una cosas que me hacen mujer todos los días
por las que me levanto orgullosa
todas las mañanas
y bendigo mi sexo.

Gioconda Belly (Poetisa Nicaragüense)

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El encanto de Córdoba

El encanto de Córdoba

Quedamos citados por internet. Al llegar a la ciudad llame a María por el móvil y nos encontramos en la cafetería situada frente al hotel. Ambos estábamos algo nerviosos, era nuestro primer encuentro, éramos dos desconocidos físicamente hablando. Sólo las fotos enviadas por la red nos permitían conocer algo de cada uno, pero su aspecto me agradó, su juventud era manifiesta, igual que su bonito rostro y su sonrisa. Rubia, ojos alegres que entristecían ante los problemas que le invadían a veces, pechos no muy grandes pero bonitos, un hermoso culo que marcaban sus pantalones vaqueros, de estatura media. Vestía muy juvenil y desenfadada. Nos besamos y comentó que le gustaba mi aspecto. Tomé un café, ella un refresco. Charlamos un rato sobre nuestros contactos en la red. Ella estaba decidida a que intimásemos durante ese fin de semana.
Entré en el hotel mientras María esperaba mi llamada en la cafetería. En recepción confirmé la reserva de habitación, me entregaron la llave, la 307. Subí y revisé que todo estuviera en orden. No había personal de servicio en los pasillos y la puerta pillaba cerca del ascensor. Era una estancia coqueta, con un buen baño y un gran ventanal que daba a la calle de la cafetería. Observé a María sentada en la mesa donde terminaba su refresco. Me desnudé, hacía calor y quería recibirla así. Mandé un mensaje por el móvil indicándole el número de habitación y la planta. María leyó el mensaje y salió de la cafetería. Cruzó la calle y entró en el hotel. A los pocos minutos sentí unos golpes ligeros en la puerta. Era María; su cara expresó sorpresa al encontrarme desnudo y rió mirándome: “¡¡Estás muy bien, pero que muy bien!!, no creí que un tío de tu edad estuviera tan bueno”. La diferencia de edad era grande, pero no fue obstáculo en nuestra amistad. Nos abrazamos en un largo y profundo beso mientras ella acariciaba mi espalda y mi culo. Comenzó a desnudarse y mostró sus bonitos pechos. Los metí en mi boca, chupando sus pezones con suavidad. Se retorcía de gusto y suspiraba profundamente. Desabroché sus pantalones y los bajé lentamente, descubriendo su vientre, su pelvis, sus piernas. Bajé el tanga y su vello me excitó. Lo besé. Se dio la vuelta y contemplé su culo, hermoso. Lo agarré y acaricié largamente, besando y mordiendo sus nalgas. Ella se mostraba divertidamente excitada. Me incorporé y entonces comenzó ella a revisar mi cuerpo. Era excitante ser acariciado, disfrutaba haciéndolo. Agarró mi pene y lo observo con curiosidad, después masajeó mis testículos, consiguiendo que la erección se acelerase. Besó mi polla y pasó su lengua por toda ella, lamiendo sin parar, metiendo los testículos en su boca. Era como una adoración, un culto al falo lo que realizaba la muchacha. Le fascinaban las pollas duras, dijo. Comenzó a masturbarme con su mano mientras su lengua lamía el capullo. Aquella reacción no la esperaba, pensé que no se mostraría tan decidida en nuestro primer encuentro, pero comprendí que María deseaba disfrutar a su manera, con total libertad, observando la reacción de un hombre maduro. Cuando estaba al borde del orgasmo metió la polla en su boca. Con sus movimientos imitaba que la estaba follando. Sacó el pene al sentir que el semen en su boca, el resto salpico su cuello.
Nos duchamos en un abrazo de mil posturas diferentes bajo el chorro de agua, en una excitación que nos envolvía en deseo mutuo, mordiéndonos los labios, hundiendo nuestras lenguas en las bocas, agarrando nuestros sexos, sintiendo los orgasmos de María ente al roce incesante de mis muslos en el clítoris, mordiendo sus excitados pezones, sus uñas sobre mi espalda y mis nalgas, oliendo su sexo mojado, lamiendo sus labios vaginales, mi polla entre sus manos, mis testículos y su lengua insaciable, nuestras miradas ardiendo en deseo como animales enloquecidos y en celo, el ruido del agua cayendo sobre nuestros cuerpos sentidos, el mundo inexistente a nuestro alrededor, el ardiente deseo de penetrarla, su voz susurrando “¡fóllame, fóllame...!!”, María tumbada en la amplia bañera, sus piernas abiertas, levantadas, llevando en sus manos mi polla hacia su vagina, el calor ardiente de su interior, sus gemidos y su movimiento, el sexo en puro éxtasis, el chorro de semen y su orgasmo al sentirlo, nuestros ojos penetrándose...... la unión consumada.
Recordamos nuestras conversaciones en el Messenger.... nuestros deseos compartidos, nuestras experiencias sexuales, nuestros desengaños, los abusos que ella sufrió por algunos indeseables y su pasión por sentirse deseada. Recostados en una de las camas charlamos un buen rato, ella quería más sexo y yo necesitaba recuperarme para poder saciarla. Mientras hablábamos María acariciaba mi cuerpo. Llegó un momento en que la erección comenzó a producirse de nuevo. Sabía como ponerme en condiciones y lo consiguió. Desde que la vi sentía deseos de tomarla por detrás, tener su hermoso culo a la vista. Se rió al oírme decirlo, la idea le gustó.
María miró el pene erecto satisfecha y adoptó la postura requerida para la penetración. Su fresca y juvenil vagina, su culo excitante, mi penetración suave, despacio, mis manos agarrando sus glúteos y nuestro acompasado movimiento, disfrutando al unísono mientras María gemía sin cesar, intentando alargar el momento para conseguir agotarla. Llegó su primer orgasmo con sus gemidos intensos y su grito final de hembra en celo. Mi polla mantuvo el ritmo intentando que llegara a un segundo orgasmo, agarrando sus pechos, acariciando su espalda, alcanzando su clítoris por debajo con mis dedos. El movimiento de su cuerpo, de su culo, me excitaba y pensé no poder aguantar más sin correrme, pero el éxtasis final lo conseguimos juntos, en un largo y profundo orgasmo, cayendo rendidos sobre el lecho. María me besó con pasión y lamió mi sexo fláccido ya y sensibilizado por tanto goce.
Así transcurrió nuestro primer fin de semana juntos, con la cuidad de Córdoba como telón de fondo, una ciudad de agradables recuerdos fortuitos y clandestinos de años pasados...... pero eso es otra historia.