El paleto y la puta
Bernardo vivía en un pueblo de la sierra, un lugar pequeño y con pocos habitantes, distante de la capital unos 150 km. Bernardo estaba de novio con la Emilia hacía cuatro años y les quedaban tres semanas escasas para contraer matrimonio. Bernardo no se había comido una rosca en su vida y la Emilia, muy decente ella siguiendo la tradición familiar y lugareña, le tenía dicho una y mil veces que hasta la noche de bodas no probaría su coñito. La cosa era mucho peor de lo que parece; la Emilia jamás metió mano al Bernardo, esas cosas no se tocan, pues dice mi abuela que me puedo quedar preñá. En una palabra, Bernardo lo tenía claro, no probaría la rosca hasta la noche de bodas, pero le preocupaba no tener ninguna experiencia en la materia, ¿qué tenía que hacer, cómo se desvirga a una tía, qué pasa si no puedo?. Dudas existenciales de un chico de pueblo perdido en las altas cumbres, capaces de traumatizarle de por vida. Tan sólo una vez la Emilia le mostró una teta, la más vistosa de las dos: esto se mira, pero no se toca, dijo la muy estrecha. Bernardo estaba salido permanentemente ante la visión de la Emilia, de abundante pecho y gran culo, en una palabra....Bernardo tenía gusto de camionero (mejorando lo presente, por si lo lee algún camionero, claro). En el pueblo, como en casi todos los pueblos, una de las chicas era la más alegre del lugar, la descarada, la guarra, la que se había tirado medio pueblo, como decían las brujas del lugar en sus comentarios grupales mientras bordaban y bordaban y .... ajuares por doquier. Pero Bernardo no había sido admitido en el exclusivo club de folladores elegidos por la guarra, limitándose a mirar cuando algunos de sus amigos se follaba a la susodicha libertina, terminando su ración de vista con una polla de enormes dimensiones que requería una paja maestra, labor artesanal que repetía al acostarse en su cama. Los únicos seres vivos que Bernardo había contemplado en su vida, completamente desnudos, eran los animales del corral, vacas incluidas. ¡Ah, me olvidaba!.....y la teta derecha de la Emilia.
El chavalote tomó una drástica decisión; pagaría los servicios de una profesional para adquirir la formación necesaria en el tema de la jodienda. Ni corto ni perezoso fue a la cantina del pueblo, agarró el periódico de la provincia y buscó directamente en las páginas de anuncios. Sheila-Lindísima, irresistible......, esa era la más adecuada, una tía con formación y cultivada. Llamó desde la cabina de la plaza y una voz susurrante de mujer pantera le puso más caliente que la panza de una olla. Una vez concertada la cita y más contento que unas castañuelas, sacó billete en el autobús de línea para el día siguiente.
Bernardo durmió mal, muy mal aquella noche. Las pesadillas le acosaban, montones de mujeres con grandes pechos y espesos coños le asediaban y no daba más de sí, todas querían amarle, todas querían su cuerpo de mozo en celo. Despertó sobre un charco de semen en la cama y el cipote más duro que el cerrojo de un penal.
Aquella mañana histórica en la vida de Bernardo, apareció en la ciudad, con su pinta de pueblerino desgarbado, buscando la calle y el piso de la profesional. Una vez ante la puerta de la vivienda, todo nervioso y sudoroso, llamó.
La puerta se abrió despacio....muy despacio, apareciendo frente a él la tal Sheila que retrocedió varios pasos lentamente, adoptando una postura de jovencita inocente y risueña. Pelo caoba, ojos muy pintados, labios rojo intenso, una camiseta superceñida-del-tamaño-de-un-pañuelo-con-amplio-escote-y-enormes-tetas-asomando, cinturón ancho y un trocito de tela debajo como falda, los bordes de un tanga rojo asomando y unas botas horteras rematando la vestimenta, de edad indeterminada, quizá 28 o 29 años. Resumiendo: con una pinta de puta que tiraba de espaldas. Bernardo con ojos de carnero degollado y algo creciendo desmesuradamente debajo del pantalón, creía encontrarse ante un ángel celestial. La joven caminó hacia él contoneándose y poniendo boquita de piñón le propinó un beso en la boca. ¡Hola cariño!, dijo agarrando el paquete del Bernardo, ¡te voy a comer entero, mi vida!, continuó, mientras el cipote crecía increíblemente y Bernardo, con cara de gilipollas, notaba que se estaba corriendo. Sheila, nada más divisar al chaval, comprendió que en sus manos había caído un autentico pardillo. Al sentir en su mano la humedad del pantalón, haciendo gestos lascivos con la lengua, comenzó a canturrear la canción de Sabina.... esa que dice: ya...ya eyaculé... ¿ya?..... Sin soltar el paquete llevó a Bernardo al dormitorio, le despelotó, limpio su polla de semen y con sus enormes pechos le masturbó. Bernardo, sin reaccionar, vio desnudarse a Sheila y su polla creció de nuevo ante el exuberante cuerpo de la mujer. Le abrazó y le tumbó en la cama montándole y agarrando la polla del inexperto Bernardo.... se lo folló largo tiempo. Sheila estaba harta de que la follaran y decidió aprovechar la oportunidad de un tío virgen. Bernardo alucinaba ante los gemidos y gritos de ella: ¡cariño que polla tienes, no baja de tamaño.... te follaría toda la mañana, cachonda me pones...!. Las corridas de Sheila eran espectaculares y el chavalote con cara de primo sonreía hasta que se corrió con las tetas agarradas entre sus manos. Sheila se desplomó en la cama dando grandes suspiros, había gozado como nunca con una polla virgen y dura que se mantenía sin problemas. Le llevó a la ducha y ante la sorpresa de él lavo su sexo y le puso otra vez a tono. ¿Nunca te han hecho una mamada, mi vida?, pues Sheila te la hará y se beberá tu lechecita dulce y espesa...verás como te gusta cielito. Sentado en el borde de la bañera Bernardo sentía que le transportaban al séptimo cielo, con cara de pasmado contempló como Sheila lamía, chupaba y estrujaba su polla en la boca, dándose gusto ella en el clítoris con la otra mano. Bernardo sintió un enorme orgasmo y Sheila seguía chupando como una posesa mientras se corría. La joven recogía la leche de los bordes de la polla con su lengua y Bernardo volvió a correrse de nuevo. Aquello era demasiado para el chavalote, jamás en su vida pudo imaginarse una cosa así, cuando lo contara en el pueblo los amigos le envidiarían, esas cosas no las hacía la guarra.... ni mucho menos. Bueno pichón... que leche más rica tienes, ¿te gustó la mamada, verdad?, pues ahora me vas a follar tú, pero como yo diga, ¿vale, mi vida?. Bernardo asintió, estaba allí para aprender y no pensaba contradecir a la profesional.
Después de lavarse mutuamente, cosa que a Bernardo le fascinó (ya lavaría a la Emilia pa que se enterara), regresaron a la cama.
Sheila deseaba que la tomase por detrás y el pardillo con su polla empinada observo un culo impresionante con dos agujeros de uso permanente. ¿Por donde?, preguntó el cretino. Pues verás, cielito, puedes meterla por el que más te guste.....pero si te parece prueba primero por el ano....me chifla. Bernardo agarró su enorme verga y apuntó al lugar indicado empujando ante la dificultad del lugar. El pene entró y Bernardo aguantó los retrocesos de Sheila hasta que consiguió un par de orgasmos escandalosos. Sácala y fóllame por el coño, cariño. Así lo hizo, penetrándola a placer y excitado a tope. Bernardo, el inexperto, hizo feliz a Sheila, la puta experimentada. Ambos tuvieron su largo y escandaloso orgasmo final. Ahora estaba preparado para disfrutar del enorme culo de la Emilia, pensó.
Una vez duchado y vestido, Bernardo pagó a la puta por sus clases magistrales y ésta le hizo un precio especial por el placer recibido, por el gustazo de haberse tirado a un tío virgen. Salió a la calle y caminó a la estación de autobuses. Ahora se iba a enterar la Emilia de lo que era un hombre con experiencia, no dejaría de practicar nada con su Emilia, pero ignoraba algo vital: su Emilia se la estaba pegando con un primo del pueblo vecino. Y pensaba seguir pegándosela. Cosas de los pueblos perdidos en las altas cumbres.
El chavalote tomó una drástica decisión; pagaría los servicios de una profesional para adquirir la formación necesaria en el tema de la jodienda. Ni corto ni perezoso fue a la cantina del pueblo, agarró el periódico de la provincia y buscó directamente en las páginas de anuncios. Sheila-Lindísima, irresistible......, esa era la más adecuada, una tía con formación y cultivada. Llamó desde la cabina de la plaza y una voz susurrante de mujer pantera le puso más caliente que la panza de una olla. Una vez concertada la cita y más contento que unas castañuelas, sacó billete en el autobús de línea para el día siguiente.
Bernardo durmió mal, muy mal aquella noche. Las pesadillas le acosaban, montones de mujeres con grandes pechos y espesos coños le asediaban y no daba más de sí, todas querían amarle, todas querían su cuerpo de mozo en celo. Despertó sobre un charco de semen en la cama y el cipote más duro que el cerrojo de un penal.
Aquella mañana histórica en la vida de Bernardo, apareció en la ciudad, con su pinta de pueblerino desgarbado, buscando la calle y el piso de la profesional. Una vez ante la puerta de la vivienda, todo nervioso y sudoroso, llamó.
La puerta se abrió despacio....muy despacio, apareciendo frente a él la tal Sheila que retrocedió varios pasos lentamente, adoptando una postura de jovencita inocente y risueña. Pelo caoba, ojos muy pintados, labios rojo intenso, una camiseta superceñida-del-tamaño-de-un-pañuelo-con-amplio-escote-y-enormes-tetas-asomando, cinturón ancho y un trocito de tela debajo como falda, los bordes de un tanga rojo asomando y unas botas horteras rematando la vestimenta, de edad indeterminada, quizá 28 o 29 años. Resumiendo: con una pinta de puta que tiraba de espaldas. Bernardo con ojos de carnero degollado y algo creciendo desmesuradamente debajo del pantalón, creía encontrarse ante un ángel celestial. La joven caminó hacia él contoneándose y poniendo boquita de piñón le propinó un beso en la boca. ¡Hola cariño!, dijo agarrando el paquete del Bernardo, ¡te voy a comer entero, mi vida!, continuó, mientras el cipote crecía increíblemente y Bernardo, con cara de gilipollas, notaba que se estaba corriendo. Sheila, nada más divisar al chaval, comprendió que en sus manos había caído un autentico pardillo. Al sentir en su mano la humedad del pantalón, haciendo gestos lascivos con la lengua, comenzó a canturrear la canción de Sabina.... esa que dice: ya...ya eyaculé... ¿ya?..... Sin soltar el paquete llevó a Bernardo al dormitorio, le despelotó, limpio su polla de semen y con sus enormes pechos le masturbó. Bernardo, sin reaccionar, vio desnudarse a Sheila y su polla creció de nuevo ante el exuberante cuerpo de la mujer. Le abrazó y le tumbó en la cama montándole y agarrando la polla del inexperto Bernardo.... se lo folló largo tiempo. Sheila estaba harta de que la follaran y decidió aprovechar la oportunidad de un tío virgen. Bernardo alucinaba ante los gemidos y gritos de ella: ¡cariño que polla tienes, no baja de tamaño.... te follaría toda la mañana, cachonda me pones...!. Las corridas de Sheila eran espectaculares y el chavalote con cara de primo sonreía hasta que se corrió con las tetas agarradas entre sus manos. Sheila se desplomó en la cama dando grandes suspiros, había gozado como nunca con una polla virgen y dura que se mantenía sin problemas. Le llevó a la ducha y ante la sorpresa de él lavo su sexo y le puso otra vez a tono. ¿Nunca te han hecho una mamada, mi vida?, pues Sheila te la hará y se beberá tu lechecita dulce y espesa...verás como te gusta cielito. Sentado en el borde de la bañera Bernardo sentía que le transportaban al séptimo cielo, con cara de pasmado contempló como Sheila lamía, chupaba y estrujaba su polla en la boca, dándose gusto ella en el clítoris con la otra mano. Bernardo sintió un enorme orgasmo y Sheila seguía chupando como una posesa mientras se corría. La joven recogía la leche de los bordes de la polla con su lengua y Bernardo volvió a correrse de nuevo. Aquello era demasiado para el chavalote, jamás en su vida pudo imaginarse una cosa así, cuando lo contara en el pueblo los amigos le envidiarían, esas cosas no las hacía la guarra.... ni mucho menos. Bueno pichón... que leche más rica tienes, ¿te gustó la mamada, verdad?, pues ahora me vas a follar tú, pero como yo diga, ¿vale, mi vida?. Bernardo asintió, estaba allí para aprender y no pensaba contradecir a la profesional.
Después de lavarse mutuamente, cosa que a Bernardo le fascinó (ya lavaría a la Emilia pa que se enterara), regresaron a la cama.
Sheila deseaba que la tomase por detrás y el pardillo con su polla empinada observo un culo impresionante con dos agujeros de uso permanente. ¿Por donde?, preguntó el cretino. Pues verás, cielito, puedes meterla por el que más te guste.....pero si te parece prueba primero por el ano....me chifla. Bernardo agarró su enorme verga y apuntó al lugar indicado empujando ante la dificultad del lugar. El pene entró y Bernardo aguantó los retrocesos de Sheila hasta que consiguió un par de orgasmos escandalosos. Sácala y fóllame por el coño, cariño. Así lo hizo, penetrándola a placer y excitado a tope. Bernardo, el inexperto, hizo feliz a Sheila, la puta experimentada. Ambos tuvieron su largo y escandaloso orgasmo final. Ahora estaba preparado para disfrutar del enorme culo de la Emilia, pensó.
Una vez duchado y vestido, Bernardo pagó a la puta por sus clases magistrales y ésta le hizo un precio especial por el placer recibido, por el gustazo de haberse tirado a un tío virgen. Salió a la calle y caminó a la estación de autobuses. Ahora se iba a enterar la Emilia de lo que era un hombre con experiencia, no dejaría de practicar nada con su Emilia, pero ignoraba algo vital: su Emilia se la estaba pegando con un primo del pueblo vecino. Y pensaba seguir pegándosela. Cosas de los pueblos perdidos en las altas cumbres.
2 comentarios
maxi -
Piel -
¡Gracias profesor!