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La masajista y mi ansiedad - y V

La masajista y mi ansiedad - y V La masajista y mi ansiedad V

A la tarde siguiente llamé a casa de María. Su madre contestó a la llamada. María no estaba, no regresaría hasta la media noche del hospital. Lucía estuvo toda la mañana con su sobrina debido al trabajo de su nuera (la mujer de su hijo fallecido). Noté sus deseos de hablar. “Lucía, ¿te apetece que vaya a tu casa y estemos juntos unas horas?”. Quedó sorprendida y sin contestar unos segundos....”Si, me parece bien.... vamos.... si te apetece que nos veamos”, contestó.
En media hora llegué a la casa. Lucía me recibió con un vestido de gasa, muy transparente, sin sujetador y con un tanga que se transparentaba bajo el vestido dejando ver sus formas. “¿Vistes así normalmente?”, pregunté. Riéndose dijo que no, lo hacía para ver mi reacción. Y la vio. Abracé a Lucía y besé sus labios enlazando nuestras bocas hasta que nos faltó la respiración. Estaba sorprendida y no supo que hacer. La desnudé ante su pasividad, bajé el tanga y agarrando su sexo la fui llevando hacia el sofá de la habitación. Turbada contempló como me desnudaba. Arrodillado exploré su sexo. Tenía el clítoris saliente y muy excitado. Jugué con el entre mis labios y mi lengua mientras Lucía gemía moviendo su pelvis, estaba corriéndose. Agarró mi cabeza y empujó hacia su vagina. Metí la lengua y soltó un grito de placer. Mi sexo no estaba erecto, quería que lo pusiera ella. Se lo dije y con sus manos empezó a manipularlo. Esa mujer no tenía mucha experiencia, a pesar de su edad y de tantos años de matrimonio fue siempre una mujer violada y que solo experimentó orgasmos masturbándose. Lo hacía en el baño, después de que el marido la follara y durmiera satisfecho. “Lucía, tienes que dejar de reprimirte, libérate, se tú misma, sin complejos..... hazme lo que quieras. Toca donde te apetezca..... disfruta del momento”. Quería chuparme la polla, dijo. Le dejé hacer..... empezó con los labios y metió el pene en su boca. Le indiqué que usara la lengua, que todo se podía hacer con los labios, lengua y boca.... a lo largo del pene y los testículos. Miró el sexo ya erecto al máximo y prosiguió pasando la lengua. “Nunca he visto como se corre un hombre”, dijo. “Masajea suavemente mis testículo y lo verás”, contesté. Mientras ella lo hacía comencé a masturbarme despacio ante sus ojos. Lucía no perdió detalle del momento. Notó como mis testículos se endurecían y vio salir el chorro de semen sobre su cara. Mis gemidos de placer le sorprendieron. En su baño limpió mi pene. Seguía saliendo semen. Lavó su cara y nos recostamos en la cama. Acaricié su cuerpo. Estaba excitada y necesitaba un orgasmo. Separé sus piernas y elevé sus glúteos a la altura del pene. Penetré a Lucía despacio, mirándole a los ojos. Follamos largo rato, de forma relajada, acariciándonos mutuamente. Lucía no se reprimió, por primera vez en su vida era ella misma en el sexo. Sus orgasmos eran largos, ruidosos, con gemidos intensos, casi gritando de placer. Se corrió tres veces. Conseguí eyacular en el último de sus orgasmos.

Nos duchamos. Lucía quería saber mi opinión sobre su hija. Le conté toda la verdad. Para ella no tenía importancia que estuviera follándome a María, lo entendía y comprendía perfectamente a su hija. Tuvo un gran fracaso amoroso y decidió no compartir su vida con nadie, por eso buscaba una amistad, una relación de sexo pero sin compromiso ni contrato. María era feliz así, compartiendo algunos momentos de afectividad e intimidad conmigo, sin importarle el saber que nada es para toda la vida, que lo nuestro tendría un final.
Lucía sintió algo desde la primera vez que me vio y no le importaba lo más mínimo compartirme con su hija.
Decidimos tener otro orgasmo antes de despedirme por aquel día. La mujer nunca practicó la postura del 69 y estaba deseando probarla. No quiso que me pusiera preservativo a pesar de mi advertencia, quería experimentarlo plenamente. Una vez adoptada la posición y comenzamos a excitarnos mutuamente con caricias en las piernas, besos, mordiéndonos los glúteos, las lenguas en los sexos, las piernas de Lucía abiertas, levantadas, ofreciendo sus labios y su clítoris saliente ardiendo en deseo, mi polla en tensión sobre sus pechos, sus manos agarrándola, su boca recibiéndola, retorciéndose en el primer orgasmo y aprisionando mi cabeza entre sus muslos, chupando y jugando con su lengua la polla y los testículos, moviendo su cabeza como invitando a follarla y mi cuerpo respondiendo a la invitación. La follé en la boca durante varios minutos, manteniendo el ritmo hasta un momento antes de eyacular. Lucía vivía el sexo intensamente. En eso nos parecíamos. Durante el año y medio que duró mi relación con ellas, Lucía recuperó el tiempo perdido, la falta de goce de su juventud. El orgasmo se aproximaba, me dolía el pene, aumenté el ritmo y Lucía recibió el chorro de semen en su garganta, gimiendo y retorciéndose en su segundo orgasmo con mi cabeza entre sus piernas. Repetimos esta posición muchas veces, le entusiasmaba hacerlo así.
Esta historia es real. De ella nació una bonita amistad con madre e hija, pero el tiempo se encargó de enfriarla. No he vuelto a saber nada de ellas desde mi salida de Madrid, preferí no tener contacto ante el cambió que experimentó mi vida. Después viví otras historias, una de ellas con mucho sufrimiento y desengaño que me llevo al borde del suicidio, pero eso es .......otra historia más de mi vida.

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