Blogia
fantasias para adultos

La masajista y mi ansiedad - III

La masajista y mi ansiedad - III Pasaron dos semanas antes de mi siguiente llamada. María no estaba en casa, dejé mi número de teléfono a su madre. Las dudas me asaltaban constantemente, no me decidía a dar el paso de ir a su casa estando su madre, temía que la relación de complicidad no funcionara de la misma manera, que la presencia de la madre fuera un obstáculo inoportuno. María necesitaba ese tipo de encuentros entre nosotros, aleatorios, imprevistos y deseados, pero sin ataduras ni compromisos permanentes. Estaba de acuerdo con ella, para mi significaron una rotura de mi vida rutinaria y anodina, de trabajo absorbente y agotador, un escape liberador de tensiones, un secretismo con mucho encanto. Algo que nadie, salvo nosotros, podía imaginar. La diferencia de edad era notoria, veintidós años nos separaban...... casi una generación.
Las noches se convirtieron en una tortura, dándome las dos y tres de la mañana sin dormir, pensando en ella, en cómo se sentiría, cómo llevaría el trabajo en su casa, con quién saldría......... qué tipo de clientes atendería en su domicilio. Por otra parte me tranquilizaba el saber que su madre estaba con ella. No me decidí a llamarla otra vez, preferí esperar........ ver su reacción ante mi llamada después de dos semanas sin contactar con ella.
Diez de la noche, sonó el teléfono. Era María, estaba contenta y alegre. Esperaba con ansias mi llamada, dijo. Su madre estaba con unas vecinas, por lo cual pudimos hablar distendidamente. Tranquilizó mis inquietudes sobre la presencia de su madre en casa. Ella le habló de un paciente con problemas articulares, que precisaba tratamiento largo y sesiones de mas de dos horas, por lo cual el problema de mi presencia mas de lo debido estaba solucionado. Hablamos de su estado de ánimo. Las dos semanas estuvo bastante ocupada, preparando la habitación-despacho para los masajes y tratamientos, recopilando datos de posibles clientes y organizando su biblioteca. Había atendido a quince pacientes y el incremento de trabajo prometía. Quedamos citados para el viernes, faltaban dos días.
Llegué puntual a la cita. La madre de María abrió la puerta. Era una mujer de mi edad. Atractiva y muy agradable, con simpatía, buena conversadora. Estuvimos charlando unos minutos. María estaba terminando de atender a una señora mayor con problemas de artrosis. Me encontraba cómodo en esa casa y la atmósfera de cordialidad de la madre, supuso la toma de confianza en aquella situación de complicidad entre María y yo.
Al entrar en la consulta pude comprobar el estilo de trabajo de María. Era ordenada y detallista. La habitación era grande y con un gran ventanal. En aquellos momentos la luz era suave, muy tenue, una música de relajación, diversos cuadros y murales pequeños con temas de masaje oriental, flores y paisajes de pintura china. Estanterías con libros, una mesa con ordenador, la camilla hidráulica de masaje en un lateral y un sofá (que más tarde pude comprobar se convertía en cama). En otro lateral de la sala estaban los aparatos propios de fisioterapia y un armarito muy coqueto donde guardaba las cremas y aceites de masaje, toallas y otros artículos.
María estaba en el centro de la habitación, preciosa, con una amplia sonrisa, vestía una bata blanca. Cerré la puerta y por señas me indicó que bloqueara el cerrojo. Desabrochó su bata y apareció una María completamente desnuda, de bonita figura. Se abalanzó hacia mi, nos besamos como dos colegiales en celo, mis manos intentaban abarcar su espalda, culo, cuello......casi rodamos por el suelo. Se arrodilló y comenzó a quitarme el pantalón. Apenas habíamos cruzado una palabra. Dejé caer la chaqueta sobre el sofá y comencé a quitarme la corbata y la camisa. Ella palpó mi sexo duro y agarró mis testículos.... miró el pene y acercó sus labios. Despacio pasó la lengua a lo largo del miembro. Yo no quería interrumpir aquello, permanecí quieto y muy excitado. María miró a mis ojos diciendo: “Quiero que te corras pronto, luego haremos más cosas....”. Jugando con mis testículos entre sus dedos metió la polla en su boca y chupó profundamente, combinando labios y lengua. Controlando mis testículos sabía el momento de mi orgasmo. Cuando el semen brotó ella utilizó la lengua para recibirlo. Después una de sus manos frotó la polla hasta que salió el resto de semen. Mis gemidos le excitaban. María me llevó al baño anexo a la sala. Nos limpiamos. Mirándonos me sonreía y me besaba. “¿Por qué tardaste tanto en llamar?”, preguntó. Le dije todo sobre mis dudas, la situación tan anormal de nuestros encuentros..... mis sentimientos contradictorios, la diferencia de edad y el saber que lo nuestro no ara amor, era otra cosa. No nos conocíamos en realidad. No quería que sufriera por mi culpa. “María, llegará un momento en que necesitaré verte más a menudo..... y eso no será posible, primero por mis temas de trabajo, mi familia....... y tu madre, claro, ¿cómo le explicas a tu madre esto?”. María trato de disipar todas mis dudas, para ella el problema no era tan grande, su madre entendería con el tiempo que lo nuestro caminaba hacia una buena amistad. Tumbado en la camilla escuchaba los argumentos de María, mientras ella manipulaba mi espalda. Se empleó a fondo en el masaje. Sus manos eran ágiles y seguras. El masaje de piernas fue lento y profundo, sin experimentar por mi parte excitación alguna. Me di la vuelta. Continuó el masaje de piernas. Yo contemplaba su cuerpo desnudo ante mí. Acaricié sus senos mientras masajeaba mi tórax y abdomen. Acaricié su espalda y glúteos. La excitación comenzaba de nuevo, sin prisas. María era una experta en conseguir la erección del pene en el momento adecuado. Ella se excitaba viéndole. Por un momento pensé que repetiría la felación. Para mi sorpresa María me invitó a dejar la camilla. Me puse en pié y ella, colocándose en el borde inferior y, regulando la altura de la camilla, reposó su torso. Sus piernas y culo quedaron frente a mi sexo. Con las manos separó sus glúteos apareciendo la vagina, abierta como el capullo de una flor, invitando a probar su néctar. Me arrodillé y exploré su sexo, era la primera vez que lo contemplaba. Acaricié los labios y la sonrosada vagina con suavidad. Estaba muy lubricada, se notaba la excitación de María. Su vagina joven, fresca e invitando a poseerla. Acaricié el clítoris, saliente y duro. María comenzó e gemir, “¡fóllame por favor, fóllame!”, susurró. Pregunté si tenía preservativos, “he comenzado a tomar la píldora este mes, no te preocupes”, dijo. Me incorporé. La erección se había completado. Acerqué mi polla y María lanzó un suspiro al sentir la penetración, suave y lenta. Las contracciones de la vagina me excitaban más. Follé a María lenta y profundamente, acariciando su precioso culo y su espalda. “Nunca me han follado así, con tanta suavidad... siento mucho y muy dentro...... me voy a correr....me.... me corro.... ¡ah, ah!”. El orgasmo de María fue largo. Yo seguí penetrando con el mismo ritmo, sabía que se correría otra vez. Ante la proximidad de mi eyaculación aumente el ritmo, María aumentó sus contracciones. Al sentir el semen en su interior gimió y suspiró fuertemente.... tuvimos el goce al unísono. Saqué el pene todavía duro. Ayudé a María a incorporarse. Me beso y fuimos al baño. Mientras se lavaba el sexo en el bidé miraba mi polla dura, con restos de semen y flujo vaginal. No sabía por qué, pero me excitaba su mirada. La erección no cesaba y me sorprendió. Nunca me consideré un semental, necesitaba tiempo para recuperarme después de un orgasmo.
Me invitó a sentarme en el bidé y comenzó a lavar y manipular mi polla. El tacto de sus dedos con el gel y su forma de manipular, acariciar, mantuvieron la erección. Me incorporé y comenzó a secar mi sexo. Su lengua lamió el glande.... su boca chupó y frotó el miembro que aún soltaba restos de semen. Apoyado en la pared del baño, casi sin fuerzas, notaba como María agarraba mis testículos y chupaba mi polla insistentemente. Con la otra mano María se masturbaba y gemía. La sensibilidad del pene hizo que el orgasmo fuera algo doloroso, como excesivo para mi ritmo de actividad sexual. Tres orgasmos en menos de una hora era demasiado para mí, no estaba acostumbrado. Después de la eyaculación, como adivinando la molestia por exceso de sensibilidad, María mantuvo el pene en su boca, acariciándolo suavemente con la lengua. Era una sensación agradable. El pene comenzó a ceder.... su flaccidez era cada vez mayor. María sonreía mientras continuaba en su boca. Al sacarlo escupió en el bidé el semen. “Al final parecía que tuviera el pene de un niño en la boca, ¡qué diferencias de tamaño adoptan vuestras pollas!”, dijo. Volvió a lavarme y salimos a la sala. Comenté con María el no estar a su altura en la capacidad sexual. Se rió y dijo que eso no era importante, “me haces sentir y mucho, además consigues que me corra más de una vez, quiero que te sientas bien a mi lado y disfrutes. La próxima vez lo haremos como tu desees”. Charlamos un buen rato. Se hacía tarde, Maria preparó la ducha, “dúchate antes de salir, estas pringoso de aceite”. Ella se puso la bata y salió de la sala. Sentí hablar a las dos mujeres mientras terminaba de ducharme. Salí a la sala para vestirme y comprobé que la puerta estaba abierta. La madre de María desde el pasillo me divisó desnudo. Me sentí algo confuso. Ella me sonrió y siguió su camino. Al despedirme no dije nada de lo ocurrido a María. Quedé pensativo. “Te llamaré o me llamarás, ¿no?”, dijo. Caminé hacia el coche pensando en todo lo sucedido.

1 comentario

George -

Después de la masajista y mi ansiedad 3. Cual sigue. Es fascinante.