La vecina de al lado
Tomaba el sol de la mañana ignorando que era observada por mí. La persiana lateral permitía ver su terraza y su hermoso cuerpo desnudo tumbado encima de una toalla. Cuando se incorporaba era todo un espectáculo contemplar aquel cuerpo. Alta, bien proporcionada, con un buen pecho, ni grande ni pequeño, terso con dos preciosos pezones siempre duros y salientes, piernas perfectas y un culo saliente, apetitoso. Vientre liso con un sexo arreglado pero con el suficiente vello que excitaba al verlo. Pelo negro, ojos del mismo color, facciones serenas y agradables. Se llamaba Alicia y vivía con su madre y una hermana adolescente, de unos 14 o 15 años. Alicia tendría unos 24 o 25 y trabajaba en casa, trabajo de ordenador, lo que le permitía un horario flexible. La madre salía temprano al trabajo y la hermana al colegio, por lo cual aprovechaba para tomar el sol desnuda antes de ponerse a trabajar. Los sábados le acompañaba su hermana, por lo tanto un servidor disponía de ración doble de vista, ya que la hermanita tenía un cuerpo que prometía, bonita y tierna, pero muy completa.
Una de mis muchas mañanas libres decidí tomar la iniciativa. Madrugué y, anticipándome a la vecina, subí la persiana lateral, coloqué una toalla y me tumbé en la terraza a tomar una ración de sol matutino. Boca abajo y con la puerta de la terraza abierta, podía ver en el cristal el reflejo de la otra terraza. Eso significaba que si ella se asomaba podría divisarla perfectamente.
A los pocos minutos Alicia hizo su aparición, desnuda y con la toalla en la mano se sorprendió al ver mi persiana subida. Se arrimó al borde lateral y me observó largo rato en silencio. Por el cristal pude ver el reflejo de su torso, sus pechos. Hice ademán de volverme y entonces me saludó con un Buenos días.... ¿hace calor, verdad?. Sin dar importancia a la situación contesté a su saludo. Seguía observándome, recorriendo mi cuerpo con su mirada. Me incorporé acercándome al borde junto a ella. Charlamos un rato y terminó invitándome a desayunar: ¿Por qué no pasas y desayunamos juntos?, no hace falta que te vistas, así estamos más cómodos. Daba la impresión de ser una chica bastante solitaria, con poca gente a su alrededor y ganas de comunicarse. Me sorprendía la necesidad de compañía de Alicia, no era lógico en una muchacha de su hermosura y belleza encontrarse tan sola. Nuestras viviendas estaban contiguas, por lo cual no era mucho problema asomarme al rellano de la escalera. Podía controlar si pasaba alguien de la vecindad. Salí a la entrada de mi piso y ella tenía su puerta entreabierta, podía ver su figura. Hubiera sido más fácil saltar por el lateral de la terraza... un simple muro servía de separación. Fui tras ella hasta la cocina, contemplando su figura al andar, su bonito trasero que comenzaba a excitarme. Puso el tostador y preparó café mientras hablaba sin parar, bastante nerviosa y excitada. Observó mi pene. Estaba muy excitado con una fuerte erección. Tomando un spray de nata en una mano y el tarro de mermelada en la otra, mientras sus ojos no dejaban de mirar mi polla, dijo: No sé si probarla con nata o con mermelada, eso lo dejo al gusto de la consumidora, contesté. Se arrodilló y un chorro de nata cubrió parte del miembro. Chupó y lamió hasta dejarlo limpio de nata. Después con sus dedos cubrió el falo de mermelada, volviendo a chupar y lamer sin parar mientras gemía. Aquello provocó una fuerte eyaculación, cubriendo su boca y labios de mermelada mezclada con esperma. Seguía chupando sin saciarse. Hice que se incorporara y empujando su cabeza la tumbé sobre la mesa, dejando al descubierto su precioso trasero. Separó sus piernas y tuve a mi alcance su culo y su vagina abierta y húmeda. Mi polla entró suave en la vagina y la follé hasta que comenzó a gritar de placer. No conseguía correrme y no cesé de follarla. Al alcanzar mi orgasmo ella se corrió de nuevo. Necesitaba más, me dijo, no estaba saciada y necesitaba más. Hacía mucho tiempo que no tenía sexo con nadie. Tuvo pareja desde los 18 a los 21, pero aquello terminó mal y no quería relaciones formales con nadie, estaba desengañada. Me confesé que, con bastante frecuencia, me observaba mientras paseaba desnudo por mi piso, incluso de noche, en verano, mirando por la persiana de mi terraza. Eso le excitaba y podía masturbarse sin problemas. Me ocurre lo mismo contigo, contesté, incluso os veo los fines de semana, ¿A mi hermana.... has visto a mi hermana también?, respondí que si. Menos mal que ella no sabe nada... y ¿qué te parece ella?, Es bonita y será una chica preciosa, contesté.
Nos metimos en la ducha enjabonándonos mutuamente. Era agradable ese repaso de anatomía en directo, observando cada detalle de nuestros cuerpos, acariciando, deteniéndose en las zonas más sensibles, manteniendo el deseo en una excitación constante.
Una vez en la terraza Alicia colocó más toallas. Nuestros cuerpos abrazados, enredados de besos y caricias rodaron en una y mil posturas diferentes, consiguiendo una serie de orgasmos en Alicia con mis labios, mis manos, mis dedos, mi falo recorriendo toda la geografía de su cuerpo. Estaba extenuada, llena de semen y saliva, cubierta de besos y caricias.... estaba satisfecha.
La mañana había pasado sin darnos cuenta. Salté el muro de la terraza y la dejé dormida, profundamente dormida y saciada, soñando con los ángeles del sexo. Alicia se sintió feliz en su soledad, sabiendo que ahora no estaba tan sola. Ya tenía con quien desayunar.
Una de mis muchas mañanas libres decidí tomar la iniciativa. Madrugué y, anticipándome a la vecina, subí la persiana lateral, coloqué una toalla y me tumbé en la terraza a tomar una ración de sol matutino. Boca abajo y con la puerta de la terraza abierta, podía ver en el cristal el reflejo de la otra terraza. Eso significaba que si ella se asomaba podría divisarla perfectamente.
A los pocos minutos Alicia hizo su aparición, desnuda y con la toalla en la mano se sorprendió al ver mi persiana subida. Se arrimó al borde lateral y me observó largo rato en silencio. Por el cristal pude ver el reflejo de su torso, sus pechos. Hice ademán de volverme y entonces me saludó con un Buenos días.... ¿hace calor, verdad?. Sin dar importancia a la situación contesté a su saludo. Seguía observándome, recorriendo mi cuerpo con su mirada. Me incorporé acercándome al borde junto a ella. Charlamos un rato y terminó invitándome a desayunar: ¿Por qué no pasas y desayunamos juntos?, no hace falta que te vistas, así estamos más cómodos. Daba la impresión de ser una chica bastante solitaria, con poca gente a su alrededor y ganas de comunicarse. Me sorprendía la necesidad de compañía de Alicia, no era lógico en una muchacha de su hermosura y belleza encontrarse tan sola. Nuestras viviendas estaban contiguas, por lo cual no era mucho problema asomarme al rellano de la escalera. Podía controlar si pasaba alguien de la vecindad. Salí a la entrada de mi piso y ella tenía su puerta entreabierta, podía ver su figura. Hubiera sido más fácil saltar por el lateral de la terraza... un simple muro servía de separación. Fui tras ella hasta la cocina, contemplando su figura al andar, su bonito trasero que comenzaba a excitarme. Puso el tostador y preparó café mientras hablaba sin parar, bastante nerviosa y excitada. Observó mi pene. Estaba muy excitado con una fuerte erección. Tomando un spray de nata en una mano y el tarro de mermelada en la otra, mientras sus ojos no dejaban de mirar mi polla, dijo: No sé si probarla con nata o con mermelada, eso lo dejo al gusto de la consumidora, contesté. Se arrodilló y un chorro de nata cubrió parte del miembro. Chupó y lamió hasta dejarlo limpio de nata. Después con sus dedos cubrió el falo de mermelada, volviendo a chupar y lamer sin parar mientras gemía. Aquello provocó una fuerte eyaculación, cubriendo su boca y labios de mermelada mezclada con esperma. Seguía chupando sin saciarse. Hice que se incorporara y empujando su cabeza la tumbé sobre la mesa, dejando al descubierto su precioso trasero. Separó sus piernas y tuve a mi alcance su culo y su vagina abierta y húmeda. Mi polla entró suave en la vagina y la follé hasta que comenzó a gritar de placer. No conseguía correrme y no cesé de follarla. Al alcanzar mi orgasmo ella se corrió de nuevo. Necesitaba más, me dijo, no estaba saciada y necesitaba más. Hacía mucho tiempo que no tenía sexo con nadie. Tuvo pareja desde los 18 a los 21, pero aquello terminó mal y no quería relaciones formales con nadie, estaba desengañada. Me confesé que, con bastante frecuencia, me observaba mientras paseaba desnudo por mi piso, incluso de noche, en verano, mirando por la persiana de mi terraza. Eso le excitaba y podía masturbarse sin problemas. Me ocurre lo mismo contigo, contesté, incluso os veo los fines de semana, ¿A mi hermana.... has visto a mi hermana también?, respondí que si. Menos mal que ella no sabe nada... y ¿qué te parece ella?, Es bonita y será una chica preciosa, contesté.
Nos metimos en la ducha enjabonándonos mutuamente. Era agradable ese repaso de anatomía en directo, observando cada detalle de nuestros cuerpos, acariciando, deteniéndose en las zonas más sensibles, manteniendo el deseo en una excitación constante.
Una vez en la terraza Alicia colocó más toallas. Nuestros cuerpos abrazados, enredados de besos y caricias rodaron en una y mil posturas diferentes, consiguiendo una serie de orgasmos en Alicia con mis labios, mis manos, mis dedos, mi falo recorriendo toda la geografía de su cuerpo. Estaba extenuada, llena de semen y saliva, cubierta de besos y caricias.... estaba satisfecha.
La mañana había pasado sin darnos cuenta. Salté el muro de la terraza y la dejé dormida, profundamente dormida y saciada, soñando con los ángeles del sexo. Alicia se sintió feliz en su soledad, sabiendo que ahora no estaba tan sola. Ya tenía con quien desayunar.
1 comentario
Jordan 5 -